miércoles, 22 de enero de 2014

*** Animales de barra ***

Dos breves apuntes antes de meterme a fondo con las barras. Primero: no suelo dedicar un post a un único sitio o más bien no solía, porque hoy rompo esa regla. Segundo: si hay algo que me entusiasma al mismo nivel que los zapatos y otras frivolidades de la moda, es la serendipia. Muy fan de su incursión en nuestras foodie vidas y particularmente en la mía. 

Walking for serendipia
Soy muy de barra. Es una de las buenas costumbres que aprendí desde relativamente joven (ojo: lo sigo siendo o al menos así me siento). No hay mejor cosa que pegarte a una buena barra, la vedad sea dicha. Gracias a esta gran costumbre he podido desarrollar flamantes conversaciones con los barmans (o barmen?) y bartenders (especialmente interesantes si estás en un entorno de puro barrio). Hay un encanto que denomino como deliciosamente canalla en las barras.
Ahora, volvamos a la serendipia. Hay veces que vas con una idea clara de destino, pero por A o por B (A- no has reservado, B- no has reservado) no tienes más remedio que improvisar una alternativa porque el destino planteado se ha quedado ahí fuera de tu alcance. Iba a un sitio. Pasado indefinido. Terminé en Rural bar. Pasado definido y – hay que añadir- que bien definido.
Rural bar es el segundo formato de La Granja Rural Food (ambos en Feraz 36), abierto hace muy poco. El concepto: pequeña joya con mesas altas y un tamaño lo suficientemente íntimo como para dar el pego de una barra bien hecha, bien atendida y muy bien pensada (nota para los ortodoxos: no es una barra de estas ultramodernas que últimamente causan furor, es sensación de barra). Tiene un aire agrovintage que recuerda a la campiña francesa, la auténtica. Una decoración impecablemente ecológica, mucha madera y más calidez aún. La carta: muy basada en productos de la granja, huevos, pizzas hechas sobre una base de hojaldre que saben a gloria, buen hummus, berenjenas, molletes hechos a mano, croquetas de cabrales, buena aunque escasa selección de vino ecológico servido en chatos (un chato de vino tiene mucho encanto) y acertada selección de cervezas con algún que otro guiño belga.
 
Huevos camperos: Rural food superstar
 
Lo mejor? Además de la comida y la decoración que son un acierto per se, el servicio. Encantadores, parlanchines, divertidos, cero pretensiones. Y aún así me quedo corta. Un puntazo la vajilla de Duralex y otro puntazo Rodrigo, el dueño, quien en su momento fue el alma mater (o pater) del Canal Cocina. Un sitio excelente para quienes como yo sois animales de barra.
PD: me consta que de vez en cuando pasa por ahí alguna que otra socialité. Healthy foodies movement.
Rural selfie
La granja rural food
 
 

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